En ventas, ¿hay que ceder o compartir?
Observar
minuciosamente la naturaleza nos enseña mucho, si tenemos verdaderamente ganas
de aprender de ella. Si este aprendizaje es a través de alguna de las tantas
ciencias que ha desarrollado el ser humano, mucho mejor. ¿A qué viene todo
esto?
Esta
semana, se medio por revisar algunos de los cursos que llevé en la universidad,
cuando estudiaba Ingeniería Industrial. Cuando cogí un libro de Química y lo abrí al azar, me encontré con el
capítulo que habla sobre la estructura compleja del átomo, constituida por
un núcleo y una serie de electrones, cada uno con carga negativa. Cuando el
átomo se halla en estado de equilibrio, la carga positiva del núcleo es igual a
las cargas negativas que suman los electrones.
Los
átomos pueden ceder o compartir electrones para adquirir estructura equilibrada
mediante un enlace (iónico o covalente). Sea uno u otro, ejerce una influencia
significativa con qué tanta fuerza el núcleo atrae a sus electrones (por la cercanía
del electrón a su núcleo) y el grado de afinidad (valencias) química de los elementos.
Si
aplicamos estos principios de la química, para comprender de manera más profunda
la actividad de ventas, el desempeño del vendedor será óptimo, y los resultados
que obtendrá serán de alto rendimiento. ¿Cómo así? La analogía es el medio para
aplicarlos.
¿Cuándo
tenemos que ceder nosotros a las exigencias del cliente y, cuándo cederá el
cliente ante nosotros? Si en el sector industrial o de servicio en el que
operamos hay muchos competidores, los clientes tienen mayor fuerza que los proveedores;
pueden abandonar al suyo con mucha facilidad, porque la oferta de tal insumo o
servicio que compran, abunda en el mercado. Agréguele a esto otra complicada
debilidad de la oferta; si los productos que ofrecen todos los competidores no
poseen una significativa diferenciación, el poder de los clientes es mucho
mayor. La guerra de precios caracterizará al sector, beneficiándose los
clientes de esta situación.
Si el
sector en el que opera nuestra empresa hay pocos proveedores y, en el mercado
que atiende hay muchos compradores; los compradores o clientes cederán con
mayor facilidad ante sus proveedores, porque no tienen muchas opciones a las
cuales recurrir. Más aún, si algunos compradores están recibiendo un producto o
servicio hecho a su medida, la fuerza del proveedor sobre sus compradores es
mayor.
Y,
¿cuándo tenemos que compartir beneficios, tanto comprador y proveedor? Lo
primero que salta a la vista es que, si la cantidad de proveedores y la de compradores
no les permite ejercer mayor presión sobre el otro, entonces, lo más probable
es que ambos compartan beneficios, lo que actualmente se conoce como
ganar/ganar. Si los proveedores tienen claramente definido el segmento de mercado
para el cual están en capacidad de brindar máxima satisfacción y, así lo
perciben los compradores, habrá un predominio de las acciones por compartir.
Ambos, tanto comprador como proveedor, reconocen que están ayudándose recíprocamente;
lo que hoy se le llama “formación de alianzas”. Esto ayuda a entender la importancia
del “mercado objetivo”.
Es de
vital importancia que, nuestros vendedores tengan claramente definido en qué
sector están trabajando, y prepararse en correspondencia con las exigencias y
requerimientos del mismo. ¿Lo podrá obviar?
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