¿A qué le tememos, realmente, al cambio?
A medida que nos
alejamos cada vez más del siglo XX, comprobamos que las exigencias de nuestros
clientes van aumentando mucho más, silenciosamente. Esto lo facilita la mayor
cantidad de información que disponen los consumidores, por los nuevos medios de
comunicación existentes, como Internet, por ejemplo; y, también, por las nuevas
tecnologías de diseño, fabricación y distribución que permiten prometer y brindar
lo que requieren los mercados.
Por tanto, es
dentro de esta compleja situación en la que operan ahora las fuerzas de ventas
de las distintas empresas; la fuerza de ventas se encuentra sometida y
presionada por las nuevas soluciones y satisfacciones exigidas por los
clientes, de sus problemas y necesidades. Muchos vendedores hablan hoy de
sentirse estresados por el trabajo; la presión les llega por dos lados: interna
(del jefe) y externa (de los clientes y la competencia) ¿Causan temor, estas
nuevas presiones y exigencias, en la fuerza de ventas? Sabido es que, todo lo
desconocido, a cualquiera le causa temor.
No hay que ser muy adivino
para afirmar que, la causa de los temores es el cambio. Pero, no es el cambio
en sí mismo, porque ya estamos acostumbrados a él, sino la amplitud (¿cuánto de
nuestras competencias laborales se ven afectadas?), naturaleza (¿es solo
producto de alguna mejora o de una innovación radical?) y frecuencia (¿cuántas
veces se producen estos cambios y dentro de qué período de tiempo) de dichos
cambios. ¿Existe algo que nos “vacune” contra dichos cambios, o algo que nos
sirva de parapeto?
Definitivamente,
hay que tomar precauciones, anticiparse. Es preferible poner un mayor énfasis
sobre lo mudable e inseguro del status quo que del futuro; lo cual, a su vez,
significa que las cosas en las que nuestra empresa se basaba y en las que
confiaba, como, por ejemplo, el ciclo de vida de los productos, la ventaja
competitiva, la fidelidad de los clientes y todo lo demás, no serán nada
seguras ni dignas de confianza en este nuevo siglo. Todo se vuelve inestable;
la alegría y felicidad no nos dura mucho tiempo, luego de haber conseguido
ciertos resultados.
Ante esta
situación, uno debe intentar hacerse más capaz y resistente. Las nuevas
corrientes del management que surgieron a comienzos de la década del 90, del
siglo pasado, nos plantearon dos
proposiciones para conseguirlo; la primera es respecto a los procesos
comerciales que se utilizan en la empresa; la segunda es sobre la cadena de
valor que produce productos de calidad y que le da soporte a la actividad
comercial. De forma más objetiva, nos estamos refiriendo a los objetivos y
políticas de calidad de la actividad comercial de nuestra empresa, y de cuán
compenetrados y capacitados están los vendedores con esta política. ¿La han
entendido a cabalidad?
En el fútbol se
dice: este jugador no entiende el partido, está desubicado, por eso su
desempeño es pobre. No enviemos al mercado un vendedor que “no entiende el
partido que está jugando”.
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