Resultados no esperados en la gestión de ventas
Se observa con
mucha frecuencia, en la división comercial de una empresa, específicamente en el
área de ventas, la obtención de pobres resultados o algo por debajo de lo
esperado. Obviamente, han influido las condiciones externas, la situación
crítica del mercado, la crisis económica que viven los países desarrollados,
cuyos efectos nos llega de inmediato por intermedio de la globalización. Sin
embargo, no podemos dejar de lado el origen, la causa de estos magros
resultados: las capacidades internas de la empresa, en la que destaca la
calidad del liderazgo del ejecutivo principal y de los que están a cargo de las
distintas divisiones.
La manera como la
gente piensa, tanto como individuos como en su conjunto dentro de la empresa,
afecta enormemente las decisiones que se toman de formas que superan lo obvio y
rara vez se entienden. ¿Qué ideas dominan al ejecutivo? ¿Es flexible o dogmático?
¿Sabe escuchar, o sólo le gusta ordenar hacer lo que él quiere hacer? ¿Qué
ideas tiene sobre la necesidad de capacitar y actualizar al personal de la
empresa? ¿Lo ve como gasto o como inversión? ¿Se irrita con facilidad cuando
las cosas no están saliendo como él quería? Aunque parezca mentira o una exageración,
la forma como piensa y siente el ejecutivo crea la atmósfera del ambiente en el
que se trabaja y se pretende conseguir resultados. El área de ventas es la que paga,
de manera inmediata, los platos rotos de esta atmósfera, porque es la única que
genera los ingresos de la empresa.
Las malas
decisiones pueden con frecuencia tener su origen en la forma en que fueron
tomadas: las alternativas no fueron claramente definidas, no se recolectó la
información correcta porque el ejecutivo consideraba como suficiente sus conocimientos,
los costos y beneficios de cada alternativa no fueron calculados con precisión
o no se llegó a conocerlos. A veces la falla no está en el proceso de toma de
decisiones, sino en la mente de quien las toma. Los productos y manifestaciones
del pensamiento humano pueden conducirnos a un sin número de trampas que se
podrían evitar sólo si se reconoce que éstas existen, y se acepta cuáles es
posible que influyan en nuestra forma de pensar. Los estudiosos sobre el asunto
coinciden en que, son nuestras ambiciones y deseos los que determinan qué ideas
dejamos ingresar a nuestro bagaje cultural que se convertirá en conductual.
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