¿Cómo entendemos las ventas?
Hace dos meses visité una
empresa proveedora de un servicio especial; me atendió un vendedor joven, muy
amable y “carismático”. El vendedor se esmeró en hablarme de las bondades de su
servicio, y de los servicios conexos que vendía la empresa. Luego de cerrada la
transacción, y hacer la cancelación correspondiente, me prometieron que
exactamente en cuatro semanas harían efectiva la entrega del servicio. Como era
la primera vez que adquiría este servicio, no tenía ninguna referencia para
comparar si el plazo de entrega del servicio era el adecuado, pero acepté
sumisamente. Por lo especial que era para mí el servicio, esperaba que las
cuatro semanas pasaran rápido.
Transcurrieron cinco semanas y
no se había cumplido el compromiso de entregármelo. Llamé a la compañía
proveedora del servicio y hablé con el vendedor que me lo había vendido; le
comuniqué mi insatisfacción y me contestó que la señorita Mary era quien estaba
gestionando la entrega de mi servicio y que, si me había comunicado con ella.
Su respuesta-excusa me llamó la atención; le hice ver que, él era el vendedor y
yo el cliente y que, yo no tenía por qué hablar con la señorita Mary, que él
era el que debió haber hecho el seguimiento para asegurarse que su cliente (yo)
había sido atendido satisfactoriamente.
Esta experiencia me hizo
reflexionar sobre el rol y responsabilidad del vendedor, de cualquier empresa.
Su rol es doble; ante el cliente, él representa a su empresa, si hace mal su
trabajo, perjudica la imagen de su empresa. Ante su empresa, él representa al
cliente; si no hace las coordinaciones internas con otras áreas para que se
cumpla lo prometido al cliente, éste se cambiará de proveedor. Pero, hay un
tercer rol del vendedor, no menos importante: su propia imagen, que está
relacionada con, si inspira, o no, confianza. Parece que, el vendedor no ha
tomado consciencia de que, él es parte del servicio que brinda supuestamente la
empresa, y que debe marcar la diferencia.
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