¿Te consideras un profesional en tu actividad?
En el artículo de
la semana pasada vimos que, la intención de ser profesional no es suficiente.
Debemos efectuar las acciones, los movimientos propios de un profesional,
cualquiera sea el campo o la actividad que desempeñemos. No basta, por cierto
que el vendedor se considere ya profesional. Si ya te consideras un vendedor
profesional, es bastante probable que no hagas nada más al respecto, puesto que
te consideras satisfecho con tu supuesta habilidad. Por la comodidad que ese
pensamiento te ha hecho sentir, ya no harás nada para elevar tu nivel personal
y profesional. Los psicólogos han llegado a la conclusión que, “la gente es
admirablemente tolerante con su pensamiento: no concibe de qué modo podría
mejorarlo”.
Por ser escasamente
común, la intención de convertirte en profesional en tu actividad es muy
importante, ¿por qué? Porque, el llegar a ser profesional te pondrá en
capacidad de generar resultados de alto rendimiento, muy por encima del
vendedor promedio. Recurre a tu lista de amigos o colegas y te darás cuenta que
hay muchos de ellos indiferentes al respecto. Lo cual no debería sorprendernos
por el “efecto narcótico” que tiene en los seres humanos la zona de confort de
nuestra situación actual. Por otro lado, manifestar el deseo de convertirnos en
profesional nos pone al descubierto que aún no lo somos; y, esto, como que, nos
avergüenza. Como dicen muchos guías espirituales: el ego es la principal fuente
de nuestros fracasos.
Muchas personas que
se dedican a la actividad comercial, particularmente los vendedores, andan en búsqueda
de técnicas y fórmulas mágicas y fáciles, que les permita lograr el éxito sin
necesidad de dejar de ser lo que son. Olvidando el propósito de su actividad, se resisten a cambiar de actitud y de
transformar su carácter, que es lo que les exige el comportarse como
profesionales. Ignoran, o no lo han tomado nunca en cuenta, que las capacidades
reales que deben adquirir son de suma importancia. Pero mucho más importante es
que tienen que comprender que, deben conocer los fundamentos y los principios que
rigen su actividad, desarrollar un mínimo de habilidades y tener la actitud
para la excelencia. Dios valora y premia el esfuerzo, no la mediocridad que
acompaña la comodidad.
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