La actividad de ventas sin profesionales
El
vendedor profesional, es un elemento escasamente presente en la actividad de
ventas de muchas empresas; es una especie “en peligro de extinción”. Hoy, cuando debería primar el profesionalismo, la actividad de
ventas es una colección de empíricos trabajando en ella. La ausencia de vendedores
profesionales se ve en las encuestas que se hacen en las empresas. En la
mayoría de los casos, sólo uno de cada diez practica la venta de manera
profesional.
El
déficit de profesionalismo en ventas también se nota en aquellas empresas que
permanentemente capacitan a sus vendedores. Profesional no es aquel que tiene
un título de alguna carrera universitaria, ni aquel que recibe capacitación;
profesionales son aquellos que practican la actividad de ventas teniendo
consciencia de cada una de sus acciones, sabiendo cuál es el impacto que tendrá
cada decisión tomada y acción ejecutada.
Desde
que una economía se abre al mundo, practicando el libre mercado, se hace
necesario contar con mayor cantidad de vendedores profesionales; ¿por qué?
Porque el desarrollo de mercados no es más que producto de una actividad
empresarial que, se ejecuta a través de la función ventas; es decir, son los
vendedores quienes tienen la misión de desarrollar o de expandir los mercados. En
este contexto, han surgido muchos intrusos en las ventas; estas personas,
llegan al extremo de actuar como vendedores de varios tipos de productos de
distintas empresas que no tienen algo en común, respecto al mercado a los
cuales se dirigen. Lo que tienen en común estas personas “intrusas” es haber
llegado a pensar que el asunto es subsistir, nada más; y, para lograrlo, la
actividad de ventas, parece ser una especie de “salvación” ante la falta de
capacidad para otras actividades.
Aunque
parezca contradictorio, la carencia de vendedores profesionales ha tenido
algunos efectos positivos. Ha forzado a las empresas a abrir la puerta de las
ventas para quienes nunca quisieron ser vendedores; no había otro camino, se
necesitan vendedores y hay que conseguirlos, siquiera, por prueba y error,
dándole oportunidad a muchos que desean ganar algo de dinero. Algunos pocos, en
ese intento, llegan a descubrir que tienen un enorme potencial para ser un
vendedor estrella, y empiezan a capacitarse por decisión propia.
Pero
las ventas sin vendedores profesionales tienen un costo, también. Uno es la
inexperiencia. Muchos carecen de habilidades que son clave: no saben negociar, comunicarse, construir relaciones; no están auto-motivados,
carecen de empatía, no saben planificar su trabajo, no entienden la necesidad
de hacer cambios cuando la realidad lo exige. En un equipo de ventas sin estas
habilidades, va a ver muchos errores, más crisis, y en algunos casos, más
control por parte del ejecutivo a cargo.
Otro
costo es el cortoplacismo. Un vendedor que tiene poca probabilidad de
mantenerse en el rubro y construir una carrera en ventas tiene pocos incentivos
para adquirir habilidades comerciales, contribuir al logro de los objetivos de
su equipo o cuidar la imagen de su empresa. Lo que tiene son incentivos para
“maximizar” sus ingresos en un corto período. También son saca-vuelteros. Esto
no quiere decir que todos los vendedores empíricos, sin interés por
profesionalizarse sean saca-vuelteros o que algunos profesionales no lo son.
Pero parece que los empíricos están más dispuestos a llevarse todo lo que
pueden, como sea, en el corto plazo.
Hay
un déficit de vendedores profesionales en nuestro país. Dudo que una
combinación de viveza criolla con “inspiración” sea suficiente para asegurar el
crecimiento y desarrollo de los mercados que le interesan a nuestras empresas.
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