Sustentación de tesis de un MBA y las ventas
Este
jueves pasado, estuve en una prestigiosa universidad, presenciando la
sustentación de tesis de un antiguo y estimado amigo, para optar el título de
la maestría en administración, o lo que en inglés se llama MBA (Master Business
Administration). Como sabrán, son tres jurados con sus cintas simbólicas de
autoridad colgando del cuello, representados en personas que supuestamente
dominan la materia a sustentar, con amplio conocimiento de los principios,
concepto y herramientas de planeamiento estratégico, porque sobre eso versaba
la tesis.
Empezó
a sustentar mi amigo, aspirante al título, al inicio algo nervioso, haciendo un
breve resumen de su trabajo, seguida de sus conclusiones, a la vez que
demostraba los autores de libros a los que había recurrido para darle sustento
teórico a su tesis. También hacía alusión a teóricos de la década del 50 que
habían presentado sus ideas en artículos que habían sido muy comentados y
acogidos por la comunidad de profesionales del marketing, uno de los cuales sirvió
de base para que Michael Porter elaborara su famosa herramienta de “las
estrategias genéricas”.
Al
término de su resumen y conclusiones, empezaron las preguntas. Dos de los
jurados hicieron lo que normalmente hace un jurado de tesis: preguntar;
principalmente, preguntas que exigían del aspirante una sustentación de las
herramientas que había utilizado para desarrollar ciertos aspectos de la tesis.
Fue interesante darme cuenta, cómo y cuánto puede aprender de dichas preguntas el
sustentador, así no haya sabido él contestar correctamente o satisfacer la
curiosidad del jurado. Inclusive, yo como oyente estaba aprendiendo de dichas
preguntas, porque me hicieron reflexionar sobre mis conocimientos, qué tan
actualizados estaban.
Pero
sucedió algo anormal o raro en este tipo de eventos. Uno de los tres jurados de
la sustentación, cuando el presidente del jurado le dio la oportunidad de hacer
las preguntas que le correspondían, no preguntó, sino se limitó a decirle al
sustentador que, tal como él había denominado y descrito la estrategia genérica
de Porter, no era correcta; que, la forma cómo la describe Porter es distinta,
y que debía corregir la redacción. A esto hay que sumarle el rostro adusto que
puso el jurado paternalista último; prácticamente, dijo al sustentador que
debía coger dogmáticamente lo que decía Porter, y no cambiar nada. A lo que mi
amigo tuvo que asentir, para no ganarse puntos en contra en la calificación
final.
Me
quedé enormemente sorprendido con la actitud de este jurado de tesis para el
¡grado de magister, de una prestigiosa universidad! Lo que había objetado era
sobre el uso de una herramienta, no un concepto, menos un principio. Con las
herramientas del management, hay que jugar lego, no crucigrama. Y usarlas como
mejor ayude a interpretar los hechos y encontrar una solución, no mecánicamente
como lo dice el autor en un libro. Un martillo es una herramienta muy usada por
los carpinteros y les sirve para clavar; pero también pueden verse obligados a
usarla para matar una tarántula que amenaza su vida, y eso no le quita la
categoría de herramienta llamada martillo. Lo asocié con las ventas, y me
recordé: nunca cometas el error de aplicar dogmáticamente una herramienta en
ventas, porque fracasarás. No son dogmas, son guías para la acción.
Pensé,
en ese momento, qué motivación impulsó a este jurado a hacer lo que hizo. Pensé
también en lo que fue la universidad en su origen: un centro de debates, donde
se producía conocimientos. Y, pensé en lo que ha acabado siendo hoy las
universidades: un centro de adoctrinamiento sobre ciertas ideas que predominan en el ambiente intelectual.
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