La fuerza de las ideas y los dogmas

Todas las organizaciones y las personas, cuando hacen algo, ya sea produciendo y comercializando, trabajando o practicando algún deporte, parten de ciertas creencias, ideas y conocimientos que les sirven de guía en su práctica. Muchas veces no somos conscientes de ese elemento o componente subjetivo, pero existe. Quienes experimentan esto con mayor fuerza y defensa de sus ideas, son los empíricos. Les funciona, algo así como un mecanismo de defensa o justificación de por qué no estudió,  o se perfeccionó en algo.

De todas maneras, llega un momento en el que dejamos de obtener los resultados valiosos que anteriormente obteníamos; caen nuestras ventas, nuestros ingresos, suben nuestros costos, otros nos superaron en productividad y competitividad,  perdemos participación de mercado, nuestros productos dejan de ser apreciados y requeridos; y, otras manifestaciones más que nos indican que, algo extraño está ocurriendo.

Tomamos consciencia que, nuestra modalidad de funcionamiento, la forma de operar de nuestro sistema y procesos no nos acercan al objetivo, sino todo lo contrario. Llegamos a entender que, nuestra forma de actividad resulta, ahora, desfasada, ya dejó de proporcionarnos los resultados a los que estábamos acostumbrados; por el contrario, empezó a generarnos problemas y, en la medida que insistimos en él, los problemas se convierten en muchos problemas, pudiendo llegar hasta perder nuestro empleo.

Llegó el momento de reflexionar sobre nuestro desempeño, llegó el momento de aprender nuevos principios, para sintonizar nuevamente con el mercado. Hemos llegado, también, a una comprensión de lo que tenemos que cambiar: lo que tenemos que “dejar de hacer”, y lo que tenemos que incorporar o adquirir, que puede ser un nuevo principio, o desarrollar una nueva habilidad.

Entonces, ¿qué es o cuál es la señal de hasta cuándo debemos seguir practicando las mismas ideas, técnicas, herramientas, etc.? Hasta que dejen de contribuir al cumplimiento de nuestra misión. Si haciendo más de lo mismo, ya no nos permite conseguir resultados, entonces, es señal de que tenemos que modificar nuestro patrón de conducta.

Parece ser que, no existe una práctica sin ideas, sin creencias,  sin dogmas ni tampoco existe un sistema absolutamente agnóstico. Las ideas, vienen a ser el combustible, lo que nos pone en movimiento, lo que genera  nuestra acción. ¿De qué octanaje es el combustible que estamos utilizando? Hay dogmas y dogmas; la interrogante es: ¿qué tipo de dogmas?


Henri Massis, decía: “Sólo el dogma es fecundo”. Hasta el hecho de repudiarlos todos, es a la postre, un dogma más. ¿Has revisado tus dogmas, incluido el dogma sobre el “apego”?

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