La efectividad y la esperanza en ventas
Se escucha con
mucha frecuencia, en el ámbito de lo comercial, que los mejores productos en su
género o categoría, no necesitan de vendedores para colocarlos en el mercado,
porque es tan apreciada y reconocida su calidad que se “venden solos”. Esta
afirmación parece cierta, pero no lo es. Vender un auto Mercedes o un diamante en
joya, necesitan, de todas maneras de un vendedor. ¿Sabes por qué? Porque el
producto, por mas bueno que sea, tiene otro competidor, también de buena calidad.
El que tengas la suerte de vender el producto considerado por el mercado como
el mejor, no te hace a ti vendedor profesional; todo lo contrario, es probable
que haya contribuido a generar tu estancamiento o desactualización.
Ser un vendedor
profesional no implica tener en tu
cartera de productos el mejor producto en su género o categoría, sino un
producto que es lo adecuado para el segmento de mercado al cual se atiende.
Haber dado con el grupo de clientes para el cual tu producto es una buena
solución a sus problemas, o un buen satisfactor a su necesidad, eso sí es una
demostración de tu calidad profesional. Ese desempeño, ha puesto de manifiesto
que eres un vendedor que tiene muy en claro lo que es la efectividad. Has sido
efectivo en identificar a los verdaderos clientes potenciales; has sido
efectivo en detectar la verdadera necesidad o problema de cada uno de ellos;
has sabido presentarles el producto que significa solución óptima, de lo que
están mus contentos.
Quien quiera
siempre sólo vender el mejor producto en su categoría o género, es porque, en
su interior, duda de su real capacidad. No se siente seguro de sí mismo, quizá
porque no ha recibido nunca formación o nunca decidió prepararse para tener un
desempeño de alto nivel en ventas. Usan, de manera ciega, la esperanza como
método. Esperan que el día les vaya bien, que hoy día el jefe esté de buen
humor, que sus colegas giren a su alrededor; esperan que “les caiga del cielo”
un buen cliente, esperan que el guachimán los deje entrar a la empresa cliente.
Para ellos, su fracaso en el mundo de las ventas fue porque, siempre tuvieron “la
mala suerte” de trabajar en una empresa cuyo producto era malo, a pesar que los
otros vendedores si lo vendían.
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